lunes, 21 de noviembre de 2016

Cuidar

Se distinguen tres tipos de dependencia:

Resultado de imagen de cuidadores de adultos mayoresLa dependencia física.
Esta puede sobrevenir bruscamente, de manera que el entorno familiar la percibe con toda claridad. Sin embargo, también puede aparecer de forma progresiva y lenta, por ejemplo, surgen algunas dificultades aisladas y paulatinas: pérdida de visión o audición, dificultades para hacer algunos movimientos como abotonarse la camisa. La dependencia entonces es más difícil de medir y de percibir, tanto por el entorno familiar como por la persona afectada.

Estas limitaciones acumuladas son con frecuencia referidas a la edad, como si fuera algo inevitable. Esta percepción impide buscar soluciones médicas como: rehabilitación, medicación, cirugías que permitirían superarlas o mitigar sus efectos sobre la autonomía. La necesidad de ayuda y de cuidados físicos incide de forma directa en la familia, es ella quien por regla general asume esa responsabilidad.

La dependencia psíquica o mental.
Esta sobreviene de forma progresiva. Se aprecia cuando la comunicación cotidiana va perdiendo sentido, coherencia y eficacia, y la conversación se hace casi imposible. Las personas afectadas comienzan a ser incapaces de expresar sus necesidades y de cuidarse a sí mismas. Para la familia el primer paso consiste en admitir el cambio psíquico que se ha producido en la persona.

Esto puede resultar incluso más doloroso que el desgarro que produce observar el deterioro de un ser querido. A los efectos que genera en la familia el esfuerzo por satisfacer las necesidades básicas de la vida diaria ABVD, se añaden los problemas conductuales, afectivos y morales  derivados del cuidado del familiar con disfunciones mentales, relacionadas en su mayoría a la demencia. Estos efectos se plasman en la carga psicológica que genera la atención a estas personas y que debe soportar la familia.

La dependencia afectiva.
Puede estar provocada por un “golpe emocional” que implica cambios de comportamiento. Las desorientaciones se multiplican y las demandas de compañía también. Estos síntomas a veces difíciles de descifrar, deben entenderse como llamadas de atención. Las personas adultas mayores ven a menudo desaparecer a sus amigos La ausencia más grave es la del cónyuge. La sensación de soledad que producen estas pérdidas viene acompañada por una legítima inquietud: “¿Cuándo me tocará a mí?”. Esta forma de dependencia se manifiesta en la necesidad de la persona adulta mayor de estar siempre acompañada y estimulada para relacionarse con los demás. La soledad es la “enfermedad” más grave de la persona adulta mayor.

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